En la representación del espacio, los vientos juegan un papel esencial. La Teogonía de Hesíodo opone los vientos nacidos del cuerpo para provecho de los mortales y los soplos furiosos nacidos del cuerpo de Tifeo para desgracia y angustia de los hombres. Los primeros son los hijos de Aurora (Eôs), la luz eternamente renovada del nuevo día, y Astreo, el estallido luminoso del cielo nocturno. Los vientos son cuatro: Céfiro, el viento del oeste, Bóreas, el viento del norte, Notos, que sopla desde el sur y Euros o Argestes, el viento del este. Apostados en las cuatro esquinas de un cielo luminoso en el que todos los astros son visibles, tanto de día como de noche, los vientos regulares contribuyen a organizar los trabajos humanos y a trazar las rutas de navegación. Cada uno de ellos tiene su función: soplar en un determinado período del año o unas horas fijas vada día. Algunos trazan los caminos en el mar y están incluso especializados en determinadas travesías. Asociados al ciclo de los trabajos y las estaciones, inauguran la época de la navegación, los intercambios y el comercio, favorecen la maduración de los frutos y se considera que fecundan los rebaños. Algunos, portadores de vida, psicotropos, realizan la siembra de almas cuando llega la estación.
Por el contrario, los vientos desatados no tienen nombre, ni nada que pueda desmentir su confusión. Nacidos salvajes del cadáver monstruoso de Tifeo, son los auxiliares del desorden, las potencias del caos. Soplando al azar, insensatamente, tienen el mismo comportamiento que las bacantes: todos juntos se agitan y llevan a cabo una danza furiosa. Y cuando las Pléyades se hunden en el mar cubierto de niebla, se suspende cualquier navegación, pues todo tipo de soplos, confundidos, se lanzan los unos sobre otros. Vientos de tempestad, pero también vientos destructores de las cosechas y de los frutos, vientos que traen enfermedades y contra los cuales es necesario recurrir a extraños sacrificios: fosas abiertas en el suelo, sangre derramada por la noche, encantamientos pronunciados por Medea.
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