Entre los pueblos y civilizaciones de la Italia antigua, los vénetos constituyen una unidad que está bien definida por el territorio que ocupan, entre los Alpes y el Adriático, territorio que todavía conserva su nombre: por la lengua indoeuropea que hablan, bastante próxima al latín; y por su particular civilización, que se desarrolla de un modo coherente desde finales de la Edad del Bronce hasta el umbral de la conquista romana (es decir, desde el siglo X hasta los siglos III-II aC), conservando una huella protohistórica esencial. Mientras que, por una parte, el mundo paleovéneto está profundamente vinculado a los ámbitos centroeuropeos de Hallstatt y Eslovenia, lo cual resulta comprensible, por otra parte se abre a todas las influencias culturales de la vecina Etruria del norte y, en particular, a la escritura alfabética; por el contrario, la repercusión de la civilización griega es muy limitada. La organización permanece todavía vinculada a unas estructuras preurbanas y protourbanas. Los centros más importantes que mejor conocemos son Este y Padua, que, junto con Vicenza, Verona, etc., no se convertirán en auténticas ciudades sino más adelante; el puerto de Adriano, cerca de las desembocaduras del Po y el Adigio, fue el principal punto de encuentro con los etruscos y los griegos. Al norte, la civilización de los vénetos penetró en los valles alpinos, donde ejerció su influencia sobre el territorio habitado por los retios, quienes hablaban una lengua distinta; y, al este, se encontró con las culturas locales de los Alpes e Italia septentrional no llegó a alcanzar el centro del dominio cultural véneto, sino solamente las zonas periféricas.
Los vénetos, como otros antiguos pueblos de Italia, ocuparon un lugar en los ciclos legendarios de los orígenes elaborados por la etnografía y la mitografía griegas en contacto con el mundo itálico; así ocurrió en lo que se refiere a su procedencia de Asia Menor bajo el mando del rey troyano Antenor, o a la presencia y culto a Diomedes, héroe adriático por excelencia y fundador de Adria; en estos relatos afloran también algunos elementos que revelan un cierto conocimiento de los hechos locales, como la fama en la cría de caballos. Se sacrificaban caballos blancos a Diomedes en la desembocadura del río Timavo, y se le atribuían el origen de los santuarios de Hera Argiva y Ártemis Etolia, los cuales estaban constituidos por unos recintos boscosos que encerraban animales salvajes. Sabemos por Tito Livio que, en el siglo IV, el principal templo de Padua estaba consagrado a Juno. Todo hace pensar que se trata de un fenómeno clásico de transposición o interpretación de una diosa indígena, probablemente de la divinidad más importante de los vénetos, protectora de la fecundidad, domadora de las pasiones y con poderes curativos, cuyo nombre - Reitia - conocemos sobre todo gracias a las dedicatorias de un santuario de Este; su nombre iba además acompañado de diferentes epítetos atestiguados aisladamente, como Sainati. Es preciso notar la analogía entre su nombre y el pueblo de los retios. En otros lugares (en el Cadore) y con un aspecto distinto, la diosa aparece también como Loudera (=Libera). Puede citarse además a una divinidad triforme, de sexo masculino (identificada con Apolo) o femenino.
El culto se desarrollaba en unos santuarios abiertos, adornados con ofrendas votivas (estatuillas, laminillas de bronce historiadas o que llevaban inscripciones y signos alfabéticos, vasos, objetos usados sobre todo por las mujeres, etc.), donde se llevaban a cabo libaciones y holocaustos. Los documentos son, en su mayoría, de tipo arqueológico. Conocemos diferentes lugares de culto en Este, así como también en Padua, Vicenza, Lagole di Calalzo y en el dominio de los retios, en Magre y Sanzeno, en el Valle de Non. Está testimoniado un culto a las aguas sulfurosas en Abano, con la mención del dios Aponos. Las fuentes literarias no mencionan nada, o muy poco, acerca de la religión de los difuntos y las concepciones del más allá; las costumbres funerarias se sitúan en el marco usual de las tradiciones protohistóricas, con un ajuar funerario más o menos rico, pero con una fidelidad generalizada y tenaz al rito de la incineración.
Diccionario de las mitologías y de las religiones de las sociedades tradicionales y del mundo antiguo
Los vénetos, como otros antiguos pueblos de Italia, ocuparon un lugar en los ciclos legendarios de los orígenes elaborados por la etnografía y la mitografía griegas en contacto con el mundo itálico; así ocurrió en lo que se refiere a su procedencia de Asia Menor bajo el mando del rey troyano Antenor, o a la presencia y culto a Diomedes, héroe adriático por excelencia y fundador de Adria; en estos relatos afloran también algunos elementos que revelan un cierto conocimiento de los hechos locales, como la fama en la cría de caballos. Se sacrificaban caballos blancos a Diomedes en la desembocadura del río Timavo, y se le atribuían el origen de los santuarios de Hera Argiva y Ártemis Etolia, los cuales estaban constituidos por unos recintos boscosos que encerraban animales salvajes. Sabemos por Tito Livio que, en el siglo IV, el principal templo de Padua estaba consagrado a Juno. Todo hace pensar que se trata de un fenómeno clásico de transposición o interpretación de una diosa indígena, probablemente de la divinidad más importante de los vénetos, protectora de la fecundidad, domadora de las pasiones y con poderes curativos, cuyo nombre - Reitia - conocemos sobre todo gracias a las dedicatorias de un santuario de Este; su nombre iba además acompañado de diferentes epítetos atestiguados aisladamente, como Sainati. Es preciso notar la analogía entre su nombre y el pueblo de los retios. En otros lugares (en el Cadore) y con un aspecto distinto, la diosa aparece también como Loudera (=Libera). Puede citarse además a una divinidad triforme, de sexo masculino (identificada con Apolo) o femenino.
El culto se desarrollaba en unos santuarios abiertos, adornados con ofrendas votivas (estatuillas, laminillas de bronce historiadas o que llevaban inscripciones y signos alfabéticos, vasos, objetos usados sobre todo por las mujeres, etc.), donde se llevaban a cabo libaciones y holocaustos. Los documentos son, en su mayoría, de tipo arqueológico. Conocemos diferentes lugares de culto en Este, así como también en Padua, Vicenza, Lagole di Calalzo y en el dominio de los retios, en Magre y Sanzeno, en el Valle de Non. Está testimoniado un culto a las aguas sulfurosas en Abano, con la mención del dios Aponos. Las fuentes literarias no mencionan nada, o muy poco, acerca de la religión de los difuntos y las concepciones del más allá; las costumbres funerarias se sitúan en el marco usual de las tradiciones protohistóricas, con un ajuar funerario más o menos rico, pero con una fidelidad generalizada y tenaz al rito de la incineración.
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Divinidad véneta. Placa de bronce. Este, Museo Nazionale Atestino. |
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Bajo la dirección de Yves Bonnefoy
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