El calendario por el cual nos regimos es el gregoriano, una
modificación del calendario romano del cual conservamos los nombres
de los meses, 365 días. Los dos grandes relojes naturales en los
cuales están basados los calendarios son el sol y la luna, y eran
los indicadores más claros para la gente de la sociedad antigua,
básicamente agraria, para localizar y celebrar rituales dentro del
espacio y del tiempo.
En una sociedad que vive en el campo y de los recursos del campo, la
interpretación del espacio y del tiempo forzosamente está
condicionada por la relación existente entre el estado de la
naturaleza y de las cosechas y el momento solar y lunar en que se
encuentra el año. La trayectoria influye marcadamente en la
naturaleza. El sol es el reloj más minucioso. A demás de marcarnos
el paso de los meses nos indica cada hora del día; es el elemento
masculino, identificado siempre con la vida y convertido por la
mayoría de las culturas antiguas como objeto de adoración. Los dos
puntos extremos del año solar son los solsticios, los cuales caen en
navidad y por san juan, diferenciados principalmente por hechos
climáticos, los cuales condicionan la manera de celebrar estas
fiestas.
La fiesta de san juan es una fiesta de la naturaleza, del aire libre,
extrovertida, popular y que ha mantenido sus raíces atávicas. San
Juan, junto con el carnaval, son las fechas más propensas a la
fiesta y la diversión. El día de San Juan es la entrada del verano,
es el momento en que la naturaleza se encuentra en su plenitut. La
vegetación es exhuberante y empieza a sacar frutos. En las tierras
de secano es tiempo de siega ("Pel juny la falç al puny")
y los huertos se llenan de frutas y verduras. San Juan es una diada
de fertilidad, es la fecha en la que se conoce si las cosechas serán
abundantes.
Si tomamos, por ejemplo, la cultura celta, encontramos que la vigilia
del 1 de mayo, día de Santa Walpurgis (una monja inglesa que emigró
a Alemania hacia el año 750 y que tiene especial advocación contra
las brujas), coincide con el solsticio de verano en la mayor parte
del hemisferio norte, en el cual celebraban la fiesta de Beltane,
alrededor de hogueras y con un significado básico muy parecido a San
Juan. Charles Kightly, en su The perpetual almanack of folklore, nos
detalla, por un lado, la fiesta del Árbol de Mayo, el día 1 del mes
del mismo nombre, en recuerdo aun presente de la fiesta de Beltane, y
a la celebración de San Juan con hogueras y costumbres parecidas a
las nuestras. De hecho, la fiesta del Árbol de Mayo, que hoy queda
escondida detrás de la moderna fiesta del trabajo, empieza el ciclo
de exaltación de la naturaleza, el cual llega a su plenitut por San
Juan.
Días luminosos, culto al fuego
Litha representa el solsticio de verano en la tradición celta. Es la
época de la expansión, el momento en el que el invierno está ya
definitivamente olvidado. Nos encontramos ya en el día más largo
del año. De aquí hasta Yule, la luz gana sin contratiempos a la
oscuridad.
Tradicionalmente es tiempo de
jardineros y de amantes. La naturaleza se encuentra en este punto en
su momento más álgido y favorece las relaciones humanas, por lo que
también es la época de bodas por antonomasia.
Como
en los otros casos relativos a solsticios, la fecha varía de año en
año, aunque acostumbra a coincidir siempre en el 20 o el 21 de
junio.
El reino de las
hadas es aquí más notorio que nunca. Es un reino de poder y que
inspira fuerza y fortaleza. Las hadas no responden a los rasgos
humanos ni a sus actitudes, no viven según nuestra ética; están
conectadas con las leyes de
la naturaleza: aire, tierra, fuego y agua. Los nombres que reciben a
menudo están relacionados con este aspecto. Por lo tanto, la vigilia
del solsticio se celebra y se honora el reino de las hadas y de los
duendes.
En algunos
lugares es costumbre encender fuegos en la vigilia del solsticio. En
otros aún está vigente la figura de Jack in the green,
una representación de la naturaleza con un vestido formado por hojas
verdes representativas del lugar y del tiempo de Litha.
Si
no se quiere fabricar un vestido a tamaño real, algunos construyen
la figura a la medida de un muñeco y sirve para decorar la casa.
Oro
y verde son los colores principales de Litha,
ya que representan el verde de la naturaleza y el oro del sol.
Hierbas y alimentos de Litha
El
incienso sirve para aromatizar el hogar en estas fechas, así como la
rosa y el jazmín rojo.
Como hierbas cabe destacar en esta época
la menta y las violetas, así como la lavanda.
La miel es uno de
los alimentos más propios de esta época del año. También esto
puede conectarse, aunque sea indirectamente, con la gran cantidad de
bodas y sus posteriores lunas de miel, y algunos contrayentes, en su
ceremonia, son invitados a beber una especie de aguamiel fermentado
que les asegura fertilidad en su matrimonio.
Naturaleza viva
Calendario de las cuatro estaciones (1899), de
Mucha. En esta estación del año, la naturaleza demuestra
encontrarse en su momento más álgido.
San Juan, fuego simbólico
La víspera del 24 de junio,
es decir, el día anterior a San
Juan,
se considera el más largo del año, el que tiene más horas de sol
y, por tanto, cuando la noche es más corta. Para el hombre
primitivo, este hecho implicaba una gran simbología mágica ya que
era el triunfo de la luz sobre las tinieblas. Durante siglos se
consideró como la única noche en la que reinaban las fuerzas
secretas de la naturaleza. Todo era posible en la noche de San
Juan,
ya que las creencias de transmisión oral
otorgaban a esa noche la capacidad de transformar los deseos en
realidad, como por ejemplo, el amor, el poder económico y la
salud.
Casi todas las
civilizaciones antiguas celebraban esta festividad, pero quizás
de forma más precisa
hemos tenido noticia de
las neptuniales,
fiestas que se celebraban en el Imperio romano. También esta fiesta
se cristianizó y pasó a ser el día 24, dedicado a San
Juan.
Pero las costumbres de seguir encendiendo hogueras en esa noche
permanecieron sobre todo en algunos países del área sur de Europa,
concretamente en Cataluña.
Las
hogueras y los ritos que se celebran esta noche recuerdan en gran
medida a las Pallilies romanas,
fiestas celebradas en honor de la diosa del fuego. En esas fechas, la
gente recogía hierbas que creían mágicas y con virtudes
milagrosas, también encendáin fuegos
y saltaban sobre ellos tres veces para obtener salud y
felicidad. En algunos
hogares del campo se encendían cuatro hogueras, una en cada punto
cardinal para proteger bien la vivienda. En ciertos pueblos existía
la costumbre de caminar descalzo por encima de las brasas. Los
adultos pasaban con los niños recién nacidos en brazos para que
creciesen sanos y fuertes. Las danzas alrededor del fuego de San
Juan
se mantuvieron hasta mediados de este siglo. Todas ellas constaban de
un círculo y daban vueltas sin parar alrededor de la hoguera. Estas
danzas se bailaban sobre una música de carácter popular que
cantaban los mismos bailarines. También los griegos celebraban esta
fiesta ya que empezaban el calendario justo en el solsticio de
verano, y encendían hogueras con carácter purificador.
En toda
Europa medieval eran comunes tres costumbres principales en esta
fecha: las hogueras, de las que ya hemos hablado, las procesiones y
carreras por los bosques con antorchas encendidas, que se identifican
con actos rituales para purificar el aire, y las grandes ruedas que,
llenas de sarmiento, se encendían y se hacían rodar por los suelos
para asegurar unas buenas cosechas.
Muchos pueblos consideran el
fuego santificador, purificador, renovador. Su capacidad destructiva
suele considerarse como un medio para el renacimiento en un plano
superior. Para los germanos, el fuego fue también un elemento vital
en su vida, ya que no dejaban que este se
apagase nunca en el hogar para ahuyentar a los malos espíritus.
Mientras la costumbre de encender hogueras y de celebrar la verbena
con música y baile ha permanecido hasta nuestros días, el hecho de
recoger plantas y bañarse ha ido desapareciendo. A pesar de ello son
muchas las tradiciones sobre el carácter curativo que esta noche
tienen las hierbas. Y más que curativo, incluso mágico. En algunos
lugares, con hierbas recogidas ese día, sobre todo de robledales, se
intentaba sanar las hernias de los niños, tradición que se remonta
sin duda a los antiguos celtas, ya que estos creían
que el roble era un árbol sagrado. Para los romanos (que salían esa
noche a recoger verbena),
las plantas recolectadas poseían el don de la felicidad y del amor.
Sobre todo la verbena poseía unas virtudes tan especiales, que se
necesitaban unos preparativos específicos para salir en su búsqueda.
Así pues, antiguamente, "ir de verbena" significaba ir a
recoger la planta de la verbena. Se creía en general que estas
hierbas tenían relación con la fuerza y la duración de la luz
solar que las hacía crecer. Por eso era necesario recogerlas esa
noche. Se preparaban y se siguen preparando ungüentos con hipérico,
usados principalmente contra las quemaduras y las inflamaciones.
Otra
práctica curativa de esta noche consistía en recoger helechos
mojados por el rocío de la noche y retregarlos después
contra las verrugas. La curación era instantánea y segura. A las
hojas de nogal se les atribuían grandes poderes de carácter
amoroso: para reconquistar el marido, la esposa le preparaba una
infusión con siete hojas de nogal, y la atención de su marido para
ellas estaba asegurada. En algunas poblaciones se situaba
un tiesto con una
cebolla marina plantada para que protegiese el dolor de muelas
durante un año, y en otros, la costumbre era salir a recoger hierbas
aromáticas, hacer una cruz con ellas y colgarla a la puerta de la
casa para protegerse de la mala suerte. La cruz permanecía en esta
posición durante todo un año, ya que si no era así, la buena
suerte quedaba truncada.
El fuego
Para el hombre
primitivo en morir se perdía solo su
forma material, pero vivía eternamente en una esencia indefinida,
tomaba carácter de divinidad y seguía viviendo entre sus
descendientes vinculado en el fuego. Alrededor del culto de estas
divinidades giraba buena parte del ser del hombre antiguo. La familia
no se componía de los miembros presentes, sino de todos los
ancestros, los cuales se tenía en más consideración que los
miembros actuales, que considerados como dioses, se esperaba toda
protección y solariega. La familia antigua era una asociación
religiosa unida por vínculos sagrados
del fuego familiar, el cual el
hogar era el altar, y contenidas en la llama, eran adoradas las
deidades familiares.
En
la casa, delante del hogar y en presencia del fuego, que era lo más
profundo de la familia, se celebraban ritos y ceremonias de la
religión propia en honor al fuego, considerado a la vez dios y
padre. La casa primitiva era, entonces, un verdadero templo donde se
celebraban la mayoría de ritos de culto al fuego.
En grecia,
en la ceremonia del bautizo, la nodriza daba la vuelta al fuego del
hogar con el bebé en los brazos y lo presentaba simbólicamente
a Hestia, diosa del
fuego doméstico, virgen que encarnaba la perpetuidad de la raza.
Y
aún hoy se mantienen asociadas las ideas del fuego y los ancestros.
En Barcelona dicen que las almas de los familiares muertos se ponen
en los fogones. En Ripoll, que se cogen de las caramilleras (cadenas
que se cuelgan de la chimenea para aguantar las ollas encima de las
brasas), en las baleares se hacen llamar "animeta"
la lámpara de aceite, y en Barcelona, a las chispas o destellos, y
se cree que de noche hace falta dejar fuego en la chimenea para que
se puedan calentar las almas que se quedaron por el camino al otro
mundo.
El fuego del
hogar era una persona viva protectora de la casa, benévola y
cariñosa para todos los que vivían. Estas deidades domésticas
recibían el nombre de lares y manes, y de esta palabra se formó el
término "llar" (en catalán).
La hoguera familiar, el si de nuestra familia, es distinguido por el
nombre de la antigua deidad que la regía.
La
palabra mane reconoce la raíz latina manet,
persistir, que significa el que vive y persiste a través del tiempo.
De la misma raíz los latinos hicieron la palabra mansión, aplicado
a la idea de la casa, que llegado a las lenguas neolatinas con
significado idéntico, y que ha dado lugar a las palabras maison en
francés, y mesón en castellano.
Sinónimo
de manet es store,
que da lugar a la palabra estia,
aplicado al altar.
En
griego estia significa
fuego, casa, hogar y comida. De la palabra estia nació
el de vesta.
En
diversos poblados y edificios de existencia fantástica, de los
cuales la leyenda nos dice que han sido destruidos por castigo a
alguna fechoría, se dice que solo qedan de
recuerdo las caramilleras y aún se cree verlos en la cima donde se
sitúa el supuesto núcleo. El estrago destruyó solo la
parte profana, pero la deidad simbolizada por las caramilleras se
salvó. Esto se aplica a los conventos de monjas de
San Miquel del Fai i de
Santa Aimans y de
la población de Vilamale,
entre Solsona y Sant Llorenç dels Morunys.
En
los hogares Romanos había el
larario, una especie de capilla donde se veneraban las comidas
familiares y en la mesa no podía faltar nunca la sal y la fruta que
era ofrendada en sacrificio. Un resto de larario puede ser el cuadro
de baldosas que hay en muchas cocinas con las imágenes de santos,
patrones del
ama de casa.
En
las casas humildes donde no había cocina
o chimenea, las baldosas se substituían por
el cuadro de una estampa de papel enganchado encima del faldón de la
chimenea, detalle que refuerza esta opinión.
El
mismo origen se puede reconocer en las capillas que aún se
encuentran en muchos comedores rurales,
en los cuales casi siempre se veneraba la deidad, bajo el aspecto de
madre continuadora y perpetuadora de
la familia.
Hay una
estrecha relación entre las deidades pairales y
los árboles del borde de las masías. El árbol que arropa la casa
llega a ser el domicilio del espíritu de la deidad. Simbolizadas por
este árbol, hoy emblema de la muerte por una continuación del
antiguo culto. Los antiguos romanos creían que el laurel tenía la
propiedad de conciliar la familia con
las deidades domésticas ofendidas, esta creencia nos explica la
presencia de laureles cerca de las paredes de muchas masías y la
costumbre que se tire en el tronco la ceniza de la chimenea.
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