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Los tesoros de las pequeñas criaturas

No es nueva la creencia que asegura que cada lugar sagrado (considerado como un lugar de poder) posee sus propios espíritus guardianes para protegerlo de aquellos que se adentren en él sin la suficiente preparación o conocimiento, Serían los dueños invisibles del enclave, custodiando permanentemente las riquezas o los restos humanos de la gente que algún día llegó a habitarlos. Conocedores de esta sabiduría antigua, nuestros antepasados solían pedir permiso a estos espíritus antes de penetrar en sus dominios o de realizar cualquier tipo de excavación. Este permiso podía ser muy variado: desde recitar determinadas oraciones hasta ofrendarles algunos alimentos o aromas. De no hacerlo así, el éxito de la misión, e incluso la vida de los exploradores, podría correr peligro. Entre estas costumbres se habla de tres tipos de espíritus protectores. En primer lugar, estarían las almas de los guardianes que, primero en vida y luego después de muertos, vigilaban el lugar. En segundo lugar, los propios espíritus elementales que habitan ese entorno y que son reacios a injerencias por parte de extraños. Por último, estarían los seres creados para tal finalidad por grandes magos. Esta última posibilidad sería la más extraña aunque, según ciertos datos, no muy infrecuente. En nuestra obra sobre los duendes decíamos que existe una variedad de ellos llamados "demonios familiares", muchos de los cuales fueron fabricados ex profeso para realizar determinada actividad relacionada con la brujería. Llegando más lejos, algunos sacerdotes egipcios, algunos monjes tibetanos y algunos chamanes serían capaces de crear estos seres para custodias algún recinto sagrado. Si esto fuera cierto, se explicarían así muchas leyendas relativas a la maldición que sufren algunos exploradores incautos y ambiciosos cuando se topan con estos guardianes. Lo difícil es distinguir cuando nos hallamos en presencia de un fantasma, de un elemental o de un homúnculo creado para la ocasión. Todos ellos se encargan de poner obstáculos y trabas para impedir que las obras continúen.
Los ejemplos sobre espíritus guardianes de tesoros ( y no sólo materiales) abundan en el folclore europeo.
Paracelso escribía en su tratado sobre los "elementales" un párrafo sumamente revelador, al indicarnos una de las ocupaciones secretas y distributivas de estas pequeñas criaturas:

Sabed así que los gnomos, los pigmeos y los hombres tienen por misión proteger los tesoros de la tierra, es decir, los metales y otros objetos. Pues allí donde se encuentren esas criaturas hay tesoros poderosos y en cantidades asombrosas. Son custodiados, conservados y ocultados por esas gente para que nada salga a la luz del día hasta su momento oportuno. Pues, cuando son encontrados, se dice: - En tiempo remotos vivían aquí gentes de la montaña y hombres de la tierra, pero esas épocas ya han pasado. 
Lo que significa tanto que ha llegado el tiempo de que sean revelados. Y es que los tesoros de la tierra han sido distribuidos de tal modo, que los metales que son encontrados, como plata, oro, hierro, etc., son los mismos que fueron puestos al principio de la creación y para toda la eternidad, de ahí que sean vigilados y conservados por las gentes, para que no salgan a relucir a la superfície en un sólo día, sino paulatinamente, poco a poco, ahora en un país, después en otro. Por lo que las minas cambian de lugares con el tiempo y están distribuidas por países desde nuestro día primero hasta el último. Es así como hemos de entender a las gentes del fuego, quienes son guardianes de aquellos lugares del fuego que tienen por vivienda. Pues allí son fraguadas las cosas que otros se encargan de vigilar, allí son elaboradas y transformadas. Y es que cuando el fuego se extingue, sigue entonces la vigilancia de los hombrecillos de la tierra, y tras la vigilancia de los hombrecillos de la tierra, los tesoros quedan al descubierto. No sucede otra cosa entre las gentes del aire, quienes vigilan afuera las piedras que están sobre la superficie y que han sido producidas y preparadas por las gentes del fuego en los lugares que habitan; y allí donde se encuentran caerán en manos de los hombres. Y aquéllos las custodian tanto tiempo comosea necesario, pues allí donde hay tesoros, habrá gentes que los cuiden. Ésos son los tesoros escondidos, que no han de ser revelados todavía. Precisamente por eso, porque son guardianes de tales cosas, hemos de entender que, aun cuando hayan sido creados sin alma, esos guardianes son, sin embargo, parecidos e iguales a los hombres.

Gnomos Guía de los seres mágicos de España - Jesús Callejo

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